domingo, 14 de junio de 2009

CALADAS DE HUMO, SENTIMIENTOS DISTINTOS


Llegué tarde a casa. El día había sido mas largo de lo previsto. De aquí para alla. Como no tenía sueño decidí salir a la terraza para fumar el último pitillo y respirar algo de aire fresco que me diese vida.
Me senté en la vieja tumbona como si estuviera en primera línea de playa. Hacia una agradable temperatura. Olía a ropa recién tendida mientras que una suave brisa acariciaba mi cara. Encendí mi cigarrillo. Con mi hamaca orientada hacia el sur pude ver como tres edificios mas allá, aquel adolescente subía a la azotea de su dúplex y como si fuera un juego de sombras buscaba y también encendía un cigarrillo. En la colina del fondo se vio llegar un coche. Una pareja. El coche se detuvo, los faros se apagaron y dio comienzo la placentera intimidad. Media hora después pude ver como la pareja encendía lo que parecían ser cigarrillos, los del postplacer los denominé. El chaval de la azotea prendió el segundo pitillo, el del vicio mezclado con el miedo a no ser sorprendido. Yo hice lo mismo, solo que el mío no tenía significado alguno. Caladas de humo, sentimientos distintos.

sábado, 6 de junio de 2009

RECUERDOS DE SALON



Por fin se habían decidido a entrar aquella habitación y hacer una limpieza a fondo. Madre e hija tenían una larga mañana por delante. la verdad es que mas que decisión fue obligación ya que en el trastero se iba a construir una pequeña bodega con barra de bar para disfrutar de los pequeños momentos de ocio. Pero hasta que ese pequeño proyecto se viese cumplido tocaba retirar aquellos muebles viejos y demás chismes.


Poco a poco el habitáculo se empezó a vaciar. Dos bicicletas pequeñas, una gran bolsa con periódicos ya amarillos que sirvieron en su día de envoltorio, maderas, baldosas y una gran cantidad de arañas a las que desahuciaron después de años de cómoda vida entre tanto mueble.
Al final de la habitación en la parte mas alta había colgado dos piezas semejantes a un plato pero de metal. LA hija lo cogió. La madre miró aquel brasero eléctrico, hoy picado sin enchufe. Y como si fuera una lluvia de estrellas fugaces los pensamientos se agolparon en su cabeza. Recordó que su abuela lo compró hace mas de treinta años a un cacharrero que paso por la finca en la que vivían al lado del río, era en la época, lo mas moderno para calentarse. Su abuela recalcaba que ya no hacia falta echar carbón a los antiguos braseros. Su hija se quedo mirando el mismo aparato, para ella solo es un cacharro viejo del que no conocía nada. Envejecemos cuando nuestros RECUERDOS superan nuestros proyectos.